Siempre Mercedes soñó con su fiesta de cumpleaños desde muy chiquita; la deseaba soñaba invitando amigas, recibiendo muchos regalos, música, dulces y tortas.
Pero la realidad era otra, feliz cumpleaños negrita y nada más.
Legó a la edad de 30 años, era madre de dos hijos, una niña y un niño, hermosa parejita; trabajaba vendiendo artesanía que creaba con su esposo en una plaza central en Mar del plata, con un poncho chileno colores blanco y negro con el cual la identificaban muchos compatriotas, esa noche al dejar el puesto se iba a su casa con su compañero y le dijo hoy es mi cumpleaños caminemos un poco, conversemos, olvidémonos de todos los problemas. (Pero ella pensaba no quiero llegar a casa); es tan frío mi cumpleaños, los niños deben dormir.
Caminaron mientras le decía a su compañero, un día celebraré mi cumpleaños, tendremos bebida, comida y baile, sueño con esa felicidad.
Llegaron a casa y al abrir la puerta del comedor vieron asombrados unas guirnaldas de colores, unos globos y un feliz cumpleaños mamita hecho con letra infantil. En la mesa había bebidas, galletitas y unas jaleas preparadas por los niños.
Mercedes corrió a ver a sus hijos y ellos abrigaditos dormían soñando a su vez.
Ella lloró de emoción por recibir este maravilloso regalo y pensó que nunca más soñaría con fiestas ni bailes; que la fiesta más maravillosa es la que tenía junto a sus hijitos y que no necesita más que el amor de su compañero, lo cuál nunca cambiaría por ninguna fiesta de cumpleaños.
Pero la realidad era otra, feliz cumpleaños negrita y nada más.
Legó a la edad de 30 años, era madre de dos hijos, una niña y un niño, hermosa parejita; trabajaba vendiendo artesanía que creaba con su esposo en una plaza central en Mar del plata, con un poncho chileno colores blanco y negro con el cual la identificaban muchos compatriotas, esa noche al dejar el puesto se iba a su casa con su compañero y le dijo hoy es mi cumpleaños caminemos un poco, conversemos, olvidémonos de todos los problemas. (Pero ella pensaba no quiero llegar a casa); es tan frío mi cumpleaños, los niños deben dormir.
Caminaron mientras le decía a su compañero, un día celebraré mi cumpleaños, tendremos bebida, comida y baile, sueño con esa felicidad.
Llegaron a casa y al abrir la puerta del comedor vieron asombrados unas guirnaldas de colores, unos globos y un feliz cumpleaños mamita hecho con letra infantil. En la mesa había bebidas, galletitas y unas jaleas preparadas por los niños.
Mercedes corrió a ver a sus hijos y ellos abrigaditos dormían soñando a su vez.
Ella lloró de emoción por recibir este maravilloso regalo y pensó que nunca más soñaría con fiestas ni bailes; que la fiesta más maravillosa es la que tenía junto a sus hijitos y que no necesita más que el amor de su compañero, lo cuál nunca cambiaría por ninguna fiesta de cumpleaños.
Silvia Hernández I.
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