Retomando Miradas al Sur

MIradas Al Sur

jueves, 19 de noviembre de 2009

Desierto Florido

"Podrán Cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera"


El invierno fue cruento, y el camino más largo que el de Itaca. Por un momento de años, se quedaron con los confesores, se refugiaron en el anonimato, se exiliaron en otros mundos, se sepultaron en la tierra y se salvaron.


A veces los días escampaban, y los pronósticos decían que el sol saldría. Salían de las improvisadas madrigueras y miraban las nueves pasar. Armaron un nido en concreto, se reprodujeron, se quisieron, se encontraron y se transformaron en los defensores del Sur, que tanto les prometía.


Pero llegó la veleidad. De los pilares crecieron rejas, que transformaron el bosque en un desierto que exhibía cárceles de oro. En aquellas calles, otrora nutridas, se paseaban vivos sin vida, caballos de feria, cigarras marchitas que esperan la muerte. Y llovió.



Pero un día, cualquiera, sin causas aparentes, el mundo de siempre tiene un olor distinto. Los mismos colores tediosos, opacos, se prenden llameantes como lavados por una larga lluvia de varios años, que recuerdan a ese Macondo escondido en otro punto no muy distante de este gran hogar.


Salen a las calles y se encuentran. Vuelven a mirar las nubes pasar, escarban en la curiosidad como niños imberbes que quieren conocer la vereda del frente. Aceptan los cargos que las multitudes les entrega y que en otros tiempos rechazaban, exigen las miradas que antes esquivaban, firman facturas, hacen negocios colectivos, confían, amamantan a los hijos de los vecinos, hacen discursos, reclaman y se enojan. Se subvierten, se (re)conocen, cuidan de ellas y sus familias, tienen citas románticas en las gasolineras, citan a Sabines, leen a Benedetti, decoran perros de acrílico y escriben libros.


Como las flores no ven la primavera, ellas no ven que han dejado las posturas del otoño y se abalanzan engalanadas, llenas de colores, que desperdigan al viento y plasman en los Muros. Caminan por sus calles, buscando abejas de las cuales cuidar, endulzan con sonrisas la aridez de los parajes, creen en cuentos infantiles, plantas sus semillas, y se apropian de la pradera. Y Así, alegran los corazones de los paseantes furtivos que llegamos un día por casualidad.


Seguramente aun es invierno en el mundo, pero con la arrogancia del desierto florido, ellas construyen su propia primavera.



Victor Hugo Lenin Acuña Jiménez







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MicroDocumental "Miradas al sur. La Estrella de la Otra Barranca

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Muestra de parte de la Recopilación Fotográfica del Barrio.